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- Editorial:
- REVUELTA EDITORES
- ISBN:
- 978-612-48035-9-8
LA CASA DE CARTÓN
ADÁN, MARTÍN
Su autor consideró La casa de cartón (1928) un ejercicio de colegial, sin sospechar que este breve libro sería calificado de obra clásica de la literatura peruana. Cuando Rafael de la Fuente Benavides lo publicó, se ocultó con el seudónimo de Martín Adán. Entonces tenía 20 años.
Aún se discute cuál es su género literario. Algunos críticos lo toman como un poema en prosa y otros, como una novela vanguardista. Para mayor confusión, en una entrevista publicada en el semanario Caretas, el 21 de setiembre de 1981, Martín Adán definió su libro: «No es novela. Es una serie de estampas del Barranco de cuando yo era niño».
No obstante, por ser una narración ficticia, se acerca más a una novela, género polimorfo que puede incluir cartas, diarios íntimos, notas periodísticas y versos, como sucede en la sección «poemas underwood», curiosamente el único capítulo titulado de los 38 textos.
Sin hilo argumental tradicional, La casa de cartón se aleja de una narración de aventuras y llama la atención por su estructura abierta. Otros aspectos por considerar son la voz introspectiva y el escenario: Barranco.
Un escolar de 14 años expresa pensamientos en un aparente desorden. En el texto [23], refiere que sus lecturas de autores contemporáneos se limitaban a españoles como Ramón María del Valle-Inclán, Pío Baroja y Azorín, narradores de lo que se conocería como Generación del 98.
Gracias a su compañero de clases Raúl, pudo conocer Retrato del artista adolescente (Portrait of the Artist as a Young Man, 1916), novela que recrea la juventud de su autor, el irlandés James Joyce. Es importante subrayar que La casa de cartón es una narración de aprendizaje, una incursión en el género del Bildungsroman, un relato sobre un muchacho de cara a la adultez.
En ciertos pasajes, Martín Adán ensaya un recurso empleado por Joyce: el monólogo interior, técnica literaria que expresa, desde el punto de vista del protagonista, la realidad tanto objetiva como subjetiva, a veces sin orden lógico.
Es significativo que Martín Adán le dedique este libro poblado de imágenes dislocadas al poeta simbolista José María Eguren. El autor de La canción de las figuras (1916), citado en los textos [12] y [25], fue uno de los vecinos, amigos y maestros del autor.
De este escritor, Martín Adán recibió una gran influencia. Un claro ejemplo es cuando el narrador dice: «Es indudable que hay hombres que no son sino sus pantalones vacíos». El volumen, que lleva un título que dice mucho de su poco apego a la realidad, apareció en momentos en que algunos críticos locales reclamaban tratar los problemas del indígena.
La obra se inscribe en la vanguardia, movimiento al que pertenecieron también los poetas peruanos Carlos Oquendo de Amat, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen. Como era común en los libros de esta corriente literaria, hay el deseo de registrar flamantes invenciones. En La casa de cartón encontramos un tranvía, una cámara fotográfica y un automóvil.
El narrador describe Barranco, pequeño distrito limeño donde Martín Adán vivió hasta 1927, con sus elementos más característicos: veraneantes, malecones, balneario, niebla, mar. Entre los personajes más llamativos figuran cuatro extranjeros: un agente viajero inglés de la casa Dawson & Brothers, la joven turista Annie Doll, la profesora alemana Muler y el señor Oswald Teller, alemán que se alojaba en la casa de Ramón. Cada uno es retratado con ironía. El humor se extiende a otros personajes. Al referirse a unas beatas, el narrador asegura: «Huelen a ropa sucia, a estrellas, a piel de gato, a aceite de lámpara, a esperma».
En Lo trágico y su consuelo. Estudio de la obra de Martín Adán (1989), el crítico John Kinsella subraya el juego de identidades del narrador y Ramón, de 18 años. A ambos se les puede tomar o como seres distintos o como una persona. El narrador se dirige a Catita, «brava catadora de mozos», luego de la muerte de su amigo: «Yo seré Ramón un mes, dos meses, todo el tiempo que tú puedas amar a Ramón».
Los dos son escolares con aspiraciones artísticas, comparten lecturas y sienten atracción por esta joven de 15 años. Además de ser autor de los «poemas underwood», de sobresaliente nihilismo, Ramón lega un diario personal.
Ramón puede considerarse el álter ego del narrador. En sentido simbólico, la muerte de aquel es el fin de una vida extrovertida, la pérdida del apetito sexual y la elección por una vida en contemplación.
El narrador huye de la comodidad social, busca la libertad. El trabajo, los hijos y la rutina se encuentran en las antípodas. En el conflicto entre Barranco y Lima, el balneario y la ciudad, la adolescencia y la adultez, late la insatisfacción.
En el colofón de la primera edición, José Carlos Mariátegui explica que el seudónimo del autor corresponde a su actitud rebelde. Fue concebido como un trato entre el científico británico Charles Darwin, célebre por su teoría de la evolución por selección natural, y el Génesis. «Martín» era un conocido mono que participaba en películas del cine mudo y «Adán», una clara referencia al primer libro de la Biblia.
La difusión de La casa de cartón tuvo, por desgracia, poca fortuna: la segunda edición apareció recién en 1958, tres décadas después de la primera. En parte esto sucedió por la vida marginal de su autor, quien, debido a una honda depresión existencial, se sumió en el alcoholismo y pasó gran parte de su vida recluido por voluntad propia en clínicas psiquiátricas.
Una muestra de su camino errante es la nota que apareció el 2 de noviembre de 1951, en el diario La Crónica: «Trátase de ubicar el paradero del poeta Rafael de la Fuente».
La casa de cartón ejerció gran influencia en la literatura urbana del Perú en posteriores décadas. Por su riqueza en imágenes, su singularidad en un terreno dominado por el realismo y sus artificios lingüísticos, dista de cualquier ejercicio de colegial. Es, sin duda, una de las obras maestras de las letras del país.
Jorge Coaguila
La presente edición
Se ha modernizado la ortografía para facilitar su lectura. Además, debido a que en la edición original los 39 capítulos no llevaban numeración, se ha decidido hacerlo con corchetes para identificarlos.
En cuanto a las imágenes, estas corresponden a uno de los pintores que retrata los sectores menos privilegiados de la ciudad de Lima: Enrique Polanco, comúnmente inscrito en el expresionismo. En esta ocasión sus óleos han sido creados especialmente para homenajear una de las obras más importantes de la literatura peruana.